domingo, 26 de mayo de 2019

La huella de la Pascua

La Pascua de este año ya está muy avanzada, ¿la estamos disfrutando de verdad?, ¿qué huella va a dejar en nosotros…? 
Este domingo el Señor comienza a anunciar su Ascensión a los cielos que presenciaremos en toda su fuerza el próximo domingo y tras su Ascensión al Cielo la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, la tercera gran fiesta cristiana. 
Descubrir al Espíritu Santo es fundamental en nuestra vida, Él es el que hace posible que todo lo que nos ha traído Jesucristo se vaya haciendo realidad y vida generación tras generación.
El encuentro con el Resucitado ha de ser para nosotros como para los primeros cristianos un momento grande y transformador, algo único que nos llena de fuerza, de una vitalidad desbordante, imposible de encontrar en otro lugar, de otras forma.
Es verdad que la Resurrección de Cristo no hace que la realidad sea distinta, no cambia nuestro alrededor, pero sí nos hace cambiar a nosotros y ver distinto todo lo que nos rodea, y afrontarlo con una fuerza nueva capaz de cambiar muchas cosas.


Tenemos que ser hombres y mujeres de la Pascua, de la Resurrección, afrontar nuestra vida desde Cristo Resucitado, Aquél que ha vencido la muerte y el mal, y que nos une a Sí mismo.
Dejemos a Jesús ser el Señor en nuestra vida. Le dejamos cuando su Palabra salvadora tiene fuerza para mover nuestra vida, cuando realmente encontramos en Cristo la luz que guía nuestros pasos a menudo por caminos oscuros y desapacibles, cuando su amor es capaz de levantarnos, de hacernos vivir de otra manera.
La vida cristiana no es sino respuesta al amor de Dios; lo nuestro no es la iniciativa, no amamos nosotros los primeros; como dice tantas veces el Papa Francisco en esa forma argentina tan expresiva: Dios nos primerea en el amor, es decir, Dios nos anticipa, se nos adelanta, nos llama a participar de esa vida eterna de Jesucristo que vence la muerte, que vence el dolor, el sufrimiento y el mal.
¿Realmente es para nosotros la fe cristiana un motivo de gozo y alegría grande?
¿Encontramos en Jesucristo la paz que tanto necesitamos en nuestra vida, es para nosotros fuente de alegría y gozo, de esa vida nueva en el Espíritu capaz de transformar el mundo entero?

¡Qué hermosas las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy!, ¿verdad?
Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
Si vivimos con la mirada puesta en Cristo tendremos valentía y coraje para afrontar la vida sin miedo, sin vacilar, para romper los muros que nos separan y tender puentes con todos.
La tentación de la cobardía ante un mundo que parece que siempre tiene la última palabra esta siempre presente en la vida del cristiano, parece que nuestra vida de fe en comparación con los poderes del mundo, con la opinión pública tan contraria tantas veces a las enseñanzas de la Iglesia va a poder con nosotros, pero no es así: Cristo ha vencido a la muerte, Cristo ha resucitado, y nosotros por los sacramentos somos parte de Cristo, la muerte ya no tiene poder sobre nosotros, no tiene su última palabra.
La tentación no para, —es verdad—, pero la tentación nunca es superior a nuestras fuerzas asistidos por la gracia de Dios. 
La celebración anual de la Pascua nos recuerda un día y otro que no estamos solos, el Señor no nos abandona nunca, siempre permanece a nuestro lado con toda su fuerza y su energía para salir victoriosos junto con Él.
¿Es el amor a Dios y al prójimo la norma suprema de nuestra vida cotidiana? ¿Cada noche antes de acostarnos miramos nuestra vida desde el Evangelio, desde Cristo Resucitado, nos dejamos interpelar por su Palabra?
La vida de Cristo es una vida de amor y entrega al Padre y a los demás hombres y mujeres, a todos.
¿Cómo anda nuestra vida, vivimos la Buena Noticia con esa radicalidad de los primeros cristianos que escuchamos en los Hechos de los Apóstoles a lo largo de la Pascua, nos dejamos llenar como ellos del Espíritu Santo par que sea Él que obre en nosotros?

Que la Virgen de la Blanca nos ayude a vivir de tal manera junto a Cristo Resucitado que se nos entrega en los Sacramentos que los Mandamientos sean la norma de nuestra vida.

Santa María, Virgen y Madre de la Asunción, ruega por nosotros.