domingo, 10 de diciembre de 2017

¿Vives anestesiado! ¡Despierta!


Aparece en esta segunda semana el que es junto a Santa María Virgen la gran figura del adviento: San Juan Bautista, que con su mensaje de conversión nos anima a preparar el camino del Señor. 
El gran grito De la Iglesia en el Adviento: ¡ven, Señor, Jesús!, se ve de alguna manera completado por el Bautista: preparad el camino del Señor. 
El Señor se acerca a nuestra vida, el Señor viene a nosotros sin duda alguna; pero para poderle reconocer es preciso tener preparado el corazón, preparar nuestra vida entera para el encuentro con El Salvador: Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos - ha hablado la boca del Señor- ». 
Se nos invita a salir al desierto, es decir huir un poco del mundo, de ese ruido que ahoga en nuestra vida la voz de Dios, de todas esas seducciones que parecer prometer mucho pero que en realidad no nos consiguen lo que nos ofrecen. Salimos al desierto cuando sabemos reservarnos cada día un rato para el encuentro con Cristo y también para el encuentro con nosotros mismos. El desierto exige en nuestra vida vivir con lo imprescindible y, por tanto, renunciar a todo aquello superfluo que amenaza nuestra vida espiritual. El Adviento es un tiempo también de renuncia, de disciplina interior, de hacernos pobres para recibir al Pobre que nos enriquece en el portal de Belén. El Adviento es el momento de abajar nuestras soberbias, nuestro orgullos y crecer en humildad y servicio a los demás. Es un tiempo propicio para rectificar nuestras intenciones y mirar como Dios mira. 
De nada vale que venga el Señor a nuestra vida si no le reconocemos, si nuestro corazón sigue embotado, más preocupado por las cosas del mundo que por el Dios que nos salva. 
Dios vendrá hecho Niño. Los pastores le reconocerán por estar en un pesebre envuelto en pañales. No será una venida gloriosa y espectacular. 
Tampoco hoy se acerca a nosotros con grandes espectáculos, sino a través de la Iglesia, de hombres y mujeres como nosotros, con nuestras mismas debilidades, con nuestra misma pobreza, pero que esconden un tesoro grande que todos nosotros estamos llamados a descubrir cada día. 
Es llamativo como la Biblia en sus diversos libros y escritos habla siempre de la llegada del Señor y del final de todo como la llegada imprevista del ladrón en la noche. 
Una llamada, sin duda, a vivir siempre preparados, siempre listos, atentos, vigilantes... pero ¿vivimos así realmente?, ¿vivimos en vela o nos dejamos adormecer y anestesiar por los placeres de este mundo caduco? 
San Juan Bautista nos anima a despertar del sueño en el que tantas veces vivimos pensando que lo más importante es lo que está de tejas para abajo olvidando al Dios que nos salva en Jesucristo, como si nuestras cosas fueran las realmente importante olvidando la Palabra de Dios, olvidando los Mandamientos y los Sacramentos, viviendo según nuestras opiniones personales y no la fe que nos salva. 

A María le pedimos que nos ayude a despertar de nuestros letargos y a vivir preparados al encuentro del Señor que se acerca a nuestra vida hoy.


Santa María, Virgen y Madre de la Asunción, ruega por nosotros.