domingo, 7 de mayo de 2017

El Buen Pastor - Domingo IV Pascua Ciclo A

En este Domingo IV de Pascua, que tradicionalmente se le ha llamado Domingo del Buen Pastor, Jesús se nos presenta bajo la imagen del pastor que cuida de las ovejas, que a cada una la llama por su nombre, que entra por la puerta del redil, que sale a por la oveja perdida aun a riesgo de perder su vida y la regresa al redil sobre sus hombros.
Aunque nosotros no tenemos que ser nunca borregos ni vivir aborregados, es una imagen hermosa que nos recuerda la bondad de Jesús que se lo juega todo por cada uno de nosotros y que hemos de ser dóciles a su llamada, sabiendo reconocer su voz en un mundo lleno de tantos ruidos y voces dispares. 
¿Sabemos, realmente, reconocer la voz de Jesucristo entre el conjunto de voces y ruidos que tratan de seducirnos?, ¿sabemos reconocer la voz que nos llama al bien, a la vida, a la verdad, a la belleza?
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante, pero ¿acaso no disfrutamos ya de vida, más aún de una vida buena? 
San Pedro en la segunda lectura viene en nuestra ayuda: Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados. 
Es decir, ¿qué es lo que arruina esa vida que nos ha traído Jesús? El pecado. Por lo que es posible una vida sin pecado mortal, —ese pecado que rompe profundamente la amistad con Dios y nos aparta de Él—, un vida redimida, una vida en la justicia, pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas. 
Jesús desea para nosotros una vida sin pecado mortal, una vida libre de toda esclavitud, en la cual seamos libres para adorarle y amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado: una vida llena de vida.
- Una vida sin que nos tengamos a los unos por encima de los otros (sin soberbia); 
- una vida sin desear más de lo que en justicia nos corresponde (sin avaricia); 
- una vida sin riñas ni discusiones (sin ira); 
- una vida sin malos deseos de los unos sobre los otros (sin lujuria); 
- una vida templada sabiéndonos contentar con lo que nos corresponde (sin gula); 
- una vida en la que nos alegremos por el bien de los demás y nos preocupe y nos mueva a cambiar y a mejorar a los que lo están pasando mal (sin envidia); 
- una vida sin ese desaliento ni esa desgana que tantas veces nos deja parados (sin pereza).
O dicho en positivo, una vida llena de humildad, generosidad, paciencia, castidad, templanza, caridad, laboriosidad o diligencia para hacer lo que tenemos que hacer sin retrasarlo, y con amor. 

¿Acaso no es deseable y atractiva una vida así? Esta es la nueva vida que nos ofrece Jesús, el Buen Pastor. Una vida realmente nueva y renovadora no solo de nuestra propia vida sino de todos aquellos con los que la compartimos. 
Es la vida nueva del Espíritu Santo: una vida no solo buena, sino una vida santa, al estilo de Dios, una vida que de verdad llena el corazón del hombre, aunque a veces tenga que pasar por la dificultad, por los momentos duros, complicados: que aguantéis cuando sufrís para hacer el bien, eso es una gracia por parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.

Aprender a reconocer la voz De Dios que en Jesús y a través De la Iglesia nos llama para renovarnos, para regenerarnos desde lo más profundo de nuestro ser es una de las tareas más importante de nuestra vida. 
Descubrir esa voz que nos alerta del peligro cuando desviamos el camino por el pecado que a través del demonio, el mundo y la propia carne nos tienta para apartarnos de esa vida plena, llena de verdadera vida, esa vida capaz de alegrar el corazón del hombre de una manera única. 
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos… yo he venido para que tengáis vida y la tengáis abundante.

A María, Madre de la Asunción, le pedimos que nos ayude a escuchar siempre la voz de Jesús, el Buen Pastor, para que venciendo en todo momento las tentaciones descubramos el valor de esa nueva vida que nos descubre Jesús en el Evangelio.


Santa María, Virgen y Madre de la Asunción, ruega por nosotros.